Visão Global

Mundo en transición: procesos internacionales revelados y acelerados por la pandemia

Texto colectivo, con las contribuciones de Ana Prestes, MoaraCrivelente, Nilson Araújo, Raul Carrion, Rubens Diniz, Wevergton Brito y Walter Sorrentino

Coordenación y organización: Ana Prestes y Walter Sorrentino

¿En qué mundo nos encontramos?

La pandemia del nuevo coronavirus produjo el mayor acontecimiento político y económico desde la segunda guerra mundial. La actual situación internacional es caracterizada por crisis múltiples, inestabilidad, imprevisibilidad, graves tensiones y amenazas a la paz, como afirmó el 14º. Congreso del PCdoB. La crisis sanitaria revela con mayor nitidez que el mundo vive una deriva civilizatoria, debido a la intensificación das contradicciones del sistema capitalista y de las luchas de clases. La pandemia precipitó cambios y aceleró tendencias. La brutal ofensiva imperialista en curso y la fuerte ola política conservadora ya venían teniendo como respuesta la tenaz resistencia de los(as) trabajadores(as) y de los pueblos. Ahora, esa resistencia continúa en nuevas condiciones, más dramáticas, por cuenta de los efectos humanos, sanitarios, económicos, políticos y sociales de la crisis pandémica, al tiempo que amenazas de conflictos más extensos se  le presenten al mundo.

La transición en el sistema de fuerzas internacional, en que emergen en el escenario geopolítico nuevas configuraciones de poder, también quedó más evidente con la crisis. Ya se van 13 años desde el inicio de la actual crisis, en 2007. Aún sin perspectiva de mejoría y con implicaciones en las esferas geopolítica y económica. Se amplían los conflictos en el escenario internacional, sean ellos tecnológicos, comerciales, ambientales o de otras naturalezas. El neocolonialismo y agresiones de nuevos tipos tienden a tornarse más frecuentes. Los países que consiguieran producir convergencias en torno de proyectos nacionales, ciertamente enfrentarán mejor esta situación. Mientras que en el Brasil, en doscientos años de nación independiente, nunca habíamos visto una acción internacional tan errática y subalterna. Es preciso rescatar las ideas profundas que permean nuestra política externa, estructuradas en el binomio desarrollo y autonomía.

El análisis del actual momento precisa, por lo tanto, llevar en cuenta lo cambios en curso en el campo de las relaciones internacionales en esta nueva etapa del siglo que avanza. Con foco no sólo en los poderes establecidos, sino en sus polos contradictorios, así como en los movimientos sociales y populares. La gran disputa que se da hoy en el Brasil, por ejemplo, por el dominio de la tecnología 5G entre EUA y China es una prueba cabal de la profunda contradicción del sistema hegemónico mundial, hoy más visible y tangible. Las experiencias de extrema derecha nacidas de la crisis del liberalismo también muestran sus limitaciones y contradicciones. Es necesaria una nueva orden, de respeto al derecho internacional, a la paz y al desarrollo.  China no sale mejor de la pandemia por mera casualidad, pues los países socialistas vencieron el COVID-19.El gigante asiático tiene condiciones de jugar un papel de destaque en la retomada del crecimiento económico mundial, con fortalecimiento del multilateralismo y de la cooperación para el desarrollo. La crisis que hoy experimentamos puede guardar la clave explicativa del desarrollo del mundo en el siglo XXI.

La pandemia

Los números de la pandemia son dramáticos. Hasta el día 04.07, a las 15 horas, el COVID-19 ya había segado 513.630 vidas humanas en todo el mundo y contaminado 10.713.315, en apenas cerca de 6 meses. En los EUA, hasta el día 03.07, ya había 129.405 óbitos y 2.793.022 casos; en Europa, 198.320 óbitos y 2.718.363 casos; en América Latina y Caribe, 121.662 muertos y 2.735.107 casos, cabiendo la mayor parte al Brasil: 64.265 muertes y 1.578.376 casos. Súmese a eso la conciencia de la gran sub-notificación existente por insuficiencia en las pruebas.

Es triste constatar que esos números eran evitables. No obstante ser una infección aún  insuficientemente conocida, la irresponsabilidad de algunos jefes de gobierno, particularmente los de los EUA, Inglaterra y Brasil, al sabotear, en la práctica, las medidas sanitarias, terminó provocando más muertes y más sufrimiento para la población. Los países que adoptaron las medidas sanitarias adecuadas, con efectivo aislamiento social y la busca activa con rastreo de las personas contaminadas han tenido mayor éxito en enfrentar la pandemia. Desde la gigante China hasta la pequeña Cuba.

Los países socialistas se destacan en la crisis pandémica

La República Popular de China dio un ejemplo al mundo en el enfrentamiento del COVID-19. Practicó pruebas masivas en la población, una rígida cuarentena de los infectados, el rastreo de las personas que puedan haber sido contaminadas, impuso el mayor aislamiento social posible, descontaminó los espacios públicos, generalizó el uso de mascarillas y amplió con rapidez la infraestructura médico-hospitalaria. Todo eso, sin preocuparse con las inevitables pérdidas económicas que ocurrirían, pero buscando salvar decenas o centenas de miles de vidas. Así, a pesar de tener cerca de 1.400 millones de habitantes, tuvo hasta el 5 de julio apenas 4.634 muertos, mientras que los EUA – con una población 4 veces menor – suma más de 130 mil muertes.

Además de su gran éxito en el enfrentamiento del COVID-19, China desarrolló la más amplia colaboración con la OMS y con las demás naciones golpeadas por la pandemia, sea a través del suministro del mapeo genético del virus, sea a través del envío de insumos, equipamientos médicos y equipos de salud a decenas de otros países de todo el mundo (sólo en África, más de 50). Además de eso, asumió el compromiso de cancelar las deudas de los países africanos y de tornar “un bien público mundial” la eventual vacuna que venga a descubrir, además de destinar 2 mil millones de dólares durante dos años para la lucha global contra la enfermedad.

Otro ejemplo ha sido Vietnam, que a pesar de poseer una población de casi 100 millones de habitantes, poco menos de la mitad del Brasil, registra apenas 355 infectados y ningún muerto. Habiendo desarrollado y fabricado sus propios kits de pruebas – después exportados inclusive para los EUA –, Vietnam realizó, hasta el 30 de abril, 261 mil pruebas y aisló decenas de miles de personas.

Cuba también ha conseguido – gracias a la cualidad de su sistema de salud – enfrentar con gran éxito a la pandemia del COVID-19. Más que eso, Cuba ha desarrollado un trabajo ejemplar de solidaridad a los países en situación de calamidad sanitaria – como fue el caso de Italia, en el pico de su pandemia –, enviando equipos médicos de apoyo. Los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras de la Brigada Médica Henry Reev han actuado en 21 países. Fruto de ese trabajo, la Brigada Henry Reev está siendo indicada por centenas de entidades y personalidades mundiales para recibir el Premio Nobel da Paz.

En lo restante de América Latina, la diferencia de postura de cada gobernante quedó bastante evidente en el resultado práctico del número de infectados y muertos. Gobiernos, como el brasileño, que subestimaron la gravedad del fenómeno terminaron rehenes del virus. Gobiernos, como el argentino, que tomaron las riendas de la situación y no se dejaron dirigir exclusivamente por el sector económico o negacionista, se quedaron en el control de la situación y minimizaron considerablemente el número de víctimas.

En el terreno de las respuestas a la pandemia quedó evidente, a lo largo de los últimos meses, el contraste economía versus vida que solo es posible bajo la perspectiva capitalista. Empresarios fueron a la TV en los EUA y Brasil para defender el sacrificio de las personas mayores para salvar la economía. Inclusive en la carrera por la fabricación de una vacuna que proteja a la población de la infección se percibe la incidencia de esta concepción, pues hay posibilidad de generación de ganancias multimillonarias por las grandes farmacéuticas en una eventual descubierta. Fue necesario que la OMS aprobase una resolución en que los gobiernos se comprometen a garantizar acceso público a la vacuna o tratamiento contra el coronavirus. La resolución saca obstáculos, como leyes de patentes, para el amplio acceso al medicamento y 194 países firmaron, con excepción de los EUA. Frente a las tentativas del gobierno estadounidense de apropiarse de las investigaciones en andamiento de una vacuna contra el COVID-19, China proclamó que, así que la tuviese, la tornaría un “bien público mundial”, disponible para quien la quisiese producir.

La crisis capitalista

La pandemia de COVID-19, al generalizarse por el mundo, hizo que se derrumbara una economía que no había conseguido levantarse de la crisis deflagrada en 2007-09, la cual, por su vez, era el desdoblamiento de una crisis más general, de larga duración, de naturaleza estructural del capitalismo. La economía de los EUA ha crecido de 2010 hasta acá a una tasa de 2% anual, la del Japón a 1,5% y la de Europa a 1%. En verdad, no se trata de crecimiento, sino de estagnación de la economía.

En 2019 ya había fuertes indicios de que en 2020 tendería a ocurrir una nueva recesión mundial. Lo que entonces se discutía en términos de economía mundial no era si habría una nueva recesión, sino cuando. Organismos como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y la OCDE, pronosticaban una fuerte desaceleración. Además de eso, las economías de los principales países de Europa (Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y España) ya había comenzado a estancar o declinar al final de 2019 y entrado en recesión al inicio de 2020.

Lo  fundamental es que persistían los problemas y contradicciones que habían llevado a la recesión de 2007-2009, pero hay dos elementos importantes que ayudan a entender por qué la tendencia era haber una nueva recesión: (1) la masa de recursos que, afuera de la esfera productiva, circula en la esfera puramente financiera, aunque se alimente de la economía real;(2) el enorme endeudamiento. Con una economía mundial ya vulnerable, la actividad económica se derrumbó ya en el primer mes de impacto de la pandemia. La caída mayor ocurrió en el sector de servicios. En los EUA, que se transformó en el país epicentro de la crisis, el consumo cayó en marzo 7,6% y la inversión 8.6%. En los primeros dos meses y medio de la pandemia, 42 millones de trabajadores y trabajadoras recurrieron al seguro-desempleo en los EUA. En China, revelando las primeras señales de recuperación, después de la producción industrial haber caído 13,5% en febrero (en la comparación anual), sólo cayó 1,1% en marzo.

Frente a ese cuadro, la directora-general del FMI, Kristalina Georgieva, presentó la estimativa de que hasta 100 millones de personas tienden a sumergir en la extrema pobreza como consecuencia de la crisis. También el Banco Mundial y la OCDE proyectaron una fuerte retracción del PIB mundial en este año; para América Latina y el Caribe apuntan para “una recesión mucho más profunda que las que ocurrieron durante la crisis financiera global de 2008-2009 y en la crisis de la deuda de la década de 1980”.

Como respuesta, los gobiernos de distintos matices ideológicos, en la mayor parte del mundo, vienen utilizando el Estado para inyectar dinero en la economía en busca de salvar vidas y mantener a la economía mínimamente funcionando. La profundidad de la crisis los hizo ver que no había otro camino, a no ser recurrir al Estado. Según la directora-general del FMI, hasta el día 11 de junio, los distintos gobiernos por el mundo ya habían invertido US$ 10 billones en medidas fiscales. Los gobiernos, pasando sobre los preceptos neoliberales, han usado ampliamente la emisión de moneda para financiar ese esfuerzo fiscal y monetario. Está más que comprobado que la emisión monetaria, en momento de crisis y, por lo tanto, de capacidad ociosa en la economía, crea condiciones para aumento de la producción, y no de los precios. Así, el retorno del Estado y, con él, de la inversión pública como fuerza propulsora de la economía, como ocurriera cuando la Gran Depresión y, particularmente en el pos-guerra, es uno de los hechos más importantes que surgen con la crisis. Puede o no transformarse en tendencia, a depender del avance de la crisis y de la correlación de fuerzas que  se establezca como resultado de ella.

Otra manifestación de la crisis fue el colapso del precio del petróleo luego en la fase inicial de la pandemia, entre marzo y abril. El producto llegó a ser vendido en el mercado futuro por precio negativo, o sea, los vendedores, sin tener donde almacenar, pagaban para vender. Eso se debió a la combinación entre dos factores: de un lado, la caída del consumo debido a la pandemia (en abril, llegó a caer 30%) y, de otro, a la falta de acuerdo entre la OPEP (liderada por Arabia Saudita) y Rusia para cortar la producción. Por razones distintas, ambos querían cierta caída del precio con el objetivo de inviabilizar la producción de shaleoil (más conocido como petróleo de esquisto) por los EUA. El fondo del pozo fue el mes de abril. A partir de entonces, los precios se recuperaron, retornando al nivel de antes de la crisis, a través de un acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia para cortar la producción y, también porque Trump amenazó apoyar financieramente a las petroleras estadounidenses, que corrían el riesgo de quebrar por la inviabilidad del shaleoil.

Geopolítica – se acelera la transición de hegemonía

La pandemia acentuó a los ojos del mundo la disputa abierta entre EUA y China. Acusaciones inescrupulosas de Donald Trump de que se trataba de una amenaza global de un “virus chino” encontraron por parte de China una fuerte reacción política, sanitaria, diplomática y científica global. Al lado de la superioridad moral que la nación china demostró en defensa de la vida y de las personas, usó también el poder duro de la diplomacia cuando se trató de reaccionar a los ataques a su imagen y sus intereses.

Esos ataques forman parte de la ofensiva mayor del imperialismo estadounidense contra China, en la tentativa de detener su rápida ascensión en el escenario internacional. Esa verdadera “guerra híbrida” contra China envuelve la llamada “guerra comercial”, con el ataque a empresas chinas de alta tecnología y la prohibición de la venta de insumos tecnológicos. El estímulo a las manifestaciones separatistas en Hong-Kong, a las tentativas de oficializar la separación definitiva de Taiwán de China, a los conflictos en las regiones autónomas del Tíbet y de Xinjiang, las tensiones en el Mar del Sur de China, los choques en la Cachemira con la India, todos eventos que ocurren con la injerencia directa o indirecta del imperialismo norte-americano.

Reacción china

Atenta a la experiencia histórica de que una potencia hegemónica declinante nunca renuncia a su dominio sin una lucha feroz, China ha enfrentado esa ofensiva de los EUA de diversas formas. Por un lado, repele con firmeza cualquier amenaza a su soberanía, fortalece su capacidad militar disuasoria y establece sólidas alianzas con Rusia, Irán y otras naciones igualmente amenazadas por los EUA y por la OTAN. Por otro lado, renuncia a la busca de hegemonía mundial y defiende los principios de la no injerencia, de la autodeterminación de los pueblos, del multilateralismo y del desarrollo compartido y mutuamente benéfico. Se insiere en esa orientación la iniciativa “Nueva Ruta de la Seda” – que envuelve inversiones chinas de cerca de un billón de dólares – interconectando a China y decenas de países de Asia y de Europa, además de África.

Un hecho concreto es que China, con una población tres veces y media mayor que la de los EUA, tuvo 25 veces menos óbitos por COVID-19. Eso demuestra un nivel superior de organización del Estado y de la sociedad para enfrentar crisis de esa naturaleza. La diferencia fundamental es que, mientras que  el Estado en China, por su carácter socialista, está comprometido con el desarrollo y con la vida de las personas, en el imperio estadounidense el compromiso visceral del Estado es con su oligarquía bélico-financiera. La discrepancia acentuada hace con que la vida de los norte-americanos esté peor hoy que la de la generación de sus padres, mientras que en China está mucho mejor. Fenómeno que, a largo plazo, tendrá muchas consecuencias económicas, sociales y hasta mismo psicosociales para el poderío de las naciones. El socialismo viene demostrando superioridad y se presenta como alternativa real de salida para pueblos y naciones frente al capitalismo en crisis.

Desesperación de los EUA

Los EUA deflagraron una intensa campaña mediática, diplomática y militar contra  China y también contra  Rusia, intentando responder a lo que considera una doble amenaza a su papel de potencia hegemónica: la ascensión china y la alianza Sino-Rusa. Mientras eso, la Otan, en plena pandemia hace ejercicios militares cada vez más próximos a la frontera rusa y Trump anuncia que dislocará tropas desde Alemania para a Polonia. En el campo diplomático no deja de tener resultado la presión estadounidense en estigmatizar a China como causadora de la pandemia, aunque eso no se haya tornado una “ola” como esperaban los EUA. Se desarrolla, en paralelo, en los medios de comunicación corporativos, el discurso de que China es una dictadura y Putin un déspota, destorciendo y manipulando acontecimientos como las protestas en Hong Kong. En relación a este aspecto de la geopolítica no existen diferencias visibles entre republicanos y demócratas, con los dos compitiendo para ver quién es más anti-China.

En respuesta, China y Rusia refuerzan la aparcería política y militar. En diciembre de 2019, China, Rusia e Irán realizaron un gran ejercicio naval conjunto en el Golfo de Omán y la alianza Sino-Rusa ha acelerado el paso en la integración de los intereses económicos. En junio de 2019, una cúpula en San Petersburgo, entre Xi Jinping y Vladimir Putin resultó en la firma de más de 30 acuerdos de los más variados tipos, en lo que fue considerado el punto más alto ya alcanzado en la alianza entre las dos naciones. En la ocasión,  Putin declaró, dirigiéndose a Xi Jinping: “Estamos prontos para ir de manos dadas con ustedes”, dijo el líder ruso.

El declive de los EUA y la ascensión de China constituyen, por lo tanto, la principal tendencia de la geopolítica contemporánea. Debe registrarse que la economía de los EUA está amenazada de perder la posición de mayor economía del mundo que disfruta hace casi 150 años, desde cuando, en 1872, ultrapasó a de Inglaterra. Medido por el criterio convencional (conversión en dólares por la tasa de cambio), el PIB chino saltó de 6% del estadounidense en 1990 para 12% en 2000 y 70% actualmente. Si se midiera por la paridad del poder de compra, ya superó el de los EUA. Por ese criterio, en 1990, el PIB chino correspondía a apenas 4% del PIB mundial, mientras el de los EUA representaba 20%; en 2018, esas cifras se invirtieron: China con 18,7% y EUA con 15,1%. La manera como China está enfrentando la pandemia tiende a fortalecer todavía más ese movimiento. Además, China presenta a los foros multilaterales la proposición de desarrollo compartido en pro de un destino común a la humanidad. Su liderazgo moral se eleva.

El imperialismo norte-americano pierde, día a día, prestigio Internacional y autoridad moral. Al reaccionar, acumula roces con sus aliados de Europa y del resto del mundo. Eso es notorio en la postura no cooperativa con los demás países del mundo y con la ONU, al secuestrar respiradores mecánicos, por ejemplo. Al romper con la OMS; buscar el monopolio de una eventual vacuna anti-COVID19; intensificar el bloqueo criminal  Cuba, Venezuela, Irán, RPDC; y tantas otras medidas unilaterales. Además de eso, lanzaron una campaña internacional contra China, acusándola de ser responsable por el surgimiento de la pandemia y convocando un “frente mundial” para obligar a China a pagar “los daños causados por el  COVID-19”. Buscan encubrir su fracaso en el combate al nuevo coronavirus –clasificado por Trump como “una mera gripecita”–que ya mató más de 130 mil norte-americanos.

En los EUA la reelección de Trump se encuentra flagrantemente amenazada, en especial por la mala conducción de la crisis del nuevo coronavirus y de la ola de protestas antirracistas y por justicia social estallados con el asesinato de George Floyd. Datos revelan que el movimiento Black Lives Matter – Vidas Negras Importan – puede ser el mayor ya ocurrido en la historia de los EUA, con el envolvimiento de 25 millones de personas. En el campo de los demócratas, después de victorias importantes en algunos colegios electorales, la campaña de Bernie Sanders a presidenciable perdió fuerza, renunció, y Biden acabó quedándose con la titularidad de la candidatura. Hoy hay gran tensión interna entre los demócratas polarizados en un campo más a la derecha, inclusive con apoyos de importantes republicanos anti-Trump a Biden y un campo más a la izquierda polarizado por la diputada de Nueva York Alexandra Ocasio Cortez. Las últimas encuestas apuntan para un crecimiento de la campaña de Biden. Él ya cuenta con 8 a 10 puntos de ventaja sobre Trump en la opinión pública norte-americana. Es bueno recordar que la elección en los EUA es indirecta y que en la elección de 2016, Hillary lideró las encuestas hasta e final, ganó por casi tres millones de votos, pero no llegó a la Casa Blanca. Es preciso analizar la situación en cada Estado, principalmente los grandes. El gran diferencial de Biden en las encuestas ha sido entre los electores negros y latinos. En la encuesta reciente del NYT con el Sienna College él llega a quedar con 50% contra 36% de Trump. Un resultado desfavorable  para Trump será también desfavorable para sus socios latino-americanos, como Duque en Colombia, Lenin Moreno, en Ecuador y Bolsonaro en Brasil.

Escenario mundial y la lucha de los pueblos

La pandemia también evidenció profundas contradicciones y conflictos en el seno de la Unión Europea. Después de una cuestionable movilización de apoyo a los países más afectados por el virus, como Italia y España, por meses los países del bloque estuvieron discutiendo cual sería el mejor formato de socorro económico. Los países del norte se recusaban a aprobar los coronabonos, o préstamos a fondo perdido, para salvar a los países del sur, con discreta aprobación alemana, pero por fin, el apoyo de Francia a los sureños forzó una solución con dos fondos, uno de donación y otro de préstamo. En este momento, asume la presidencia protempore del bloque la canciller alemana Angela Merkel y hay gran expectativa especialmente en lo que respecta a la aproximación con China y Rusia, los aspectos de ajuste de las políticas económicas, ambientales y crisis del Brexit en curso en el continente. En el contexto general, la extrema derecha viene intentando imponerse, pero sufrió derrotas importantes en el último período. El fiscalismo y las políticas de austeridad quedaron en jaque con la pandemia.

En Francia, elecciones municipales recientes proyectaron a los Verdes y el partido Unión Nacional de Marine Le Pen cayó considerablemente en número de representantes electos. Fue también resultado de la acción de los Chalecos Amarillos y de grandes manifestaciones huelguistas contra la reforma de la previdencia en aquel país. Los partidos de extrema derecha como el Vox, en España, o el AfD, en Alemania, siguen actuando para conseguir más apoyos y por ahora están contenidos, aunque encuentren ambiente para difundir sus ideas. En Hungría, Viktor Orbán se aprovechó de la pandemia para cerrar más el régimen y el control del parlamento y en Polonia hay segundo turno electoral en 12 de julio y el actual presidente de ultraderecha, Andrzej Duda, no está tan confortable para vencer al liberal Rafal Trzaskowski. En Italia, uno de los epicentros del coronavirus en Europa, el líder xenófobo Salvini perdió bastante espacio con la consolidación de Conte como gobernante durante la pandemia. En España y Portugal, victorias centristas, con fuerte rechazo a las políticas de austeridad fiscal, fueron importantes en el período – en España el propio Partido Comunista integra el gobierno.

En este contexto, quedó en segundo plano la llamada “crisis de los refugiados” que hace pocos meses llenaba los periódicos con imágenes de una crisis civilizatoria en Europa. Personas continúan llegando en botes inflables venidos de África y del Medio Oriente y sus condiciones son todavía más trágicas en la travesía y en la llegada, expuestas a aún más un factor de altísimo riesgo, el coronavirus. En los transportes que comparten y en los abrigos en que son confinadas es alto el riesgo de contaminación. Con la situación agravada en países de orígenes diversos, afectados no sólo por guerras y catástrofes, como también por las crisis que acompañan la pandemia, la tendencia migratoria puede verse todavía más complicada y la precariedad del movimiento, empeorada.

América Latina y Caribe

En América Latina y Caribe, a pesar de diferentes desarrollos de la pandemia, cuentan mucho las desigualdades sociales y regionales. Los números muestran que el impacto económico está siendo severo y con consecuencias aún imprevisibles. Según estimativas de la Cepal, está prevista una contracción regional media de 5,3%, peor que las vividas en 1914 y 1930. Eso en un contexto en que la región ya acumulaba siete años de bajo crecimiento con una media de 0,4% entre 2014 y 2019. El impacto del retroceso se da en la reducción del comercio internacional, en la caída de los precios de los productos primarios, intensificación de la aversión al riesgo y agravamiento de las condiciones financieras generales, con menor demanda en el sector turístico y en el envío de remesas. Desempleo, aumento de la pobreza y de la desigualdad son los efectos más visibles y crueles. El desmonte de los Estados nacionales por las políticas neoliberales de austeridad y fiscalismo torna más trágico y moroso el proceso de aprobación y la implementación de medidas de apoyo a las personas y a la actividad económica.

La pandemia llegó en un momento de alta tensión política en América Latina. Por lo menos tres procesos más agudos robaron la escena en el segundo semestre de 2019. La revuelta indígena y popular en el Ecuador. La rebeldía popular y por una nueva Constitución en Chile. El brutal golpe contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Todos esos procesos ganaron contornos más complejos con el transcurso de la pandemia en el primer semestre de 2020 y se suman al recrudecimiento de las hostilidades imperialistas contra Cuba y Venezuela. En Ecuador, el gobierno de Lenin Moreno priorizó los compromisos con el FMI y se demostró incapaz de dirigir el país en seguridad sanitaria. Vinieron de Guayaquil las más tristes escenas de personas tumbadas en las calles víctimas del coronavirus. En Chile, el presidente Piñera se aprovechó de las condicionantes sanitarias para tomar el control del espacio público y reprimir más duramente las protestas en los suburbios de Santiago, que ganaron contornos dramáticos dada la incapacidad del Estado de suplir las necesidades económicas de su gente. En Bolivia, el gobierno de facto de Jeanine Añez también se aprovechó de la pandemia para hacer control de la población a través de la biopolítica. Continúa la persecución a los líderes del MAS y la tentativa de desestabilizar la candidatura de Luis Arce a la presidencia de la República.

Cuba, además de enfrentar el COVID-19, está precisando enfrentar el recrudecimiento del bloqueo estadounidense al país, que llegó a la vileza de prohibir y suspender la venta de respiradores mecánicos, medicamentos e insumos farmacéuticos. No satisfechos, los EUA vienen amenazando imponer sanciones a los países que aceptaren la ayuda médica de Cuba. Sumase a todo eso la profunda crisis del turismo mundial, fuente imprescindible de divisas para Cuba.

Medio Oriente

En el Medio Oriente, la situación también alcanza nuevos picos gravísimos. Si no bastase la pandemia, las permanentes amenazas de confrontos regionales fustigados por el imperialismo estadounidense y las disputas regionales, está en la cima de la pauta hoy, a nivel mundial, el plan del gobierno de Israel de anexar vastas porciones de la Palestina ocupada.

Aunque  la izquierda y fuerzas árabes hayan conquistado presencia inédita en el Parlamento, el primer ministro Benjamin Netanyahu, de extrema-derecha, consiguió construir un acuerdo para formar la coalición de lo que llama de “gobierno de unidad nacional de emergencia” con el rival Benny Gantz, pero se encuentra fuertemente presionado internamente por la investigación por corrupción que responde en la justicia y por el rechazo internacional a su plan de anexión de territorios palestinos, respaldado por el denominado Plan del Siglo del Gobierno Trump.

Por otro lado, los palestinos avanzan en la consolidación de una unidad nacional, buscando superar divergencias en este momento crucial, mientras demandan al mundo que retire el protagonismo de los EUA en la gestión del proceso diplomático y responsabilice Israel. Está en causa no apenas el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, una promesa pendiente hace más de siete décadas y que ya sería suficiente para causar reacción, como los propios fundamentos del derecho internacional y la credibilidad de las Naciones Unidas.

Siria sigue resistente en esos nueve años de agresión imperialista y de actuación de los grupos terroristas en el país, palco de inestimable devastación y sufrimiento impuesto al pueblo sirio. Recientemente, entre las intervenciones diplomáticas desastrosas de Trump, los EUA reconocieron la soberanía israelí sobre los territorios sirios de Golán, ocupados por Israel desde la guerra de 1967, lo que adiciona combustible a la tensión regional. Incapaces de derribar el presidente Bashar Al-Assad, los EUA también intensifican sanciones contra Siria para, de acuerdo con el gobierno sirio, influenciar las elecciones presidenciales de 2021.

Irán también ha resistido a las ofensivas diplomáticas estadounidenses y hasta cooperado con otros países bajo ataque, como Venezuela, quebrando el cerco de los EUA para entregar suministros y combustible al país latino-americano. El gobierno iraní osó hasta emitir mandato de prisión a Donald Trump por el asesinato de su general Qassem Soleimani en ataque estadounidense a su tren, en Iraq.

Recientemente, una confrontación entre fuerzas indias y chinas reavivó la cuestión fronteriza. En agosto de 2019, el gobierno hindú-nacionalista de Narendra Modi resolvió unilateralmente cancelar el status especial autonómico de la Cachemira, zona disputada con China y Paquistán, lo que algunos clasifican de anexión. El gobierno también amenazó de hacer lo mismo con la parte norte de aquella zona, considerada paquistaní, colocando problemas para China y su inversión de USD 60 mil millones en el corredor económico China-Paquistán, parte de la Iniciativa Cinturón y Nueva Ruta de la Seda. Regístrese que se tratan de tres potencias nucleares, por lo que el conflicto levanta todavía mayor preocupación, para más allá de las propias consecuencias para el pueblo de la región. Desde hace años la India ha tomado medidas para ocupar la región, como la construcción de infraestructura y hasta una base aérea. En mayo, tropas chinas entraron en  la zona en respuesta a la medida india, lo que elevó la tensión y causó la confrontación con víctimas fatales de 15 de junio. Relatos de la confrontación entre tropas indias y chinas apuntaban para la gravedad de la desestabilización de un “status quo” de casi 70 años, una situación aún así grave y para la cual el pueblo de aquella región continúa a demandar conclusión.

África

 África, continente siempre olvidado y descuidado en las relaciones internacionales, hasta ahora sólo recibió ayuda concreta de la OMS y de China, a lo largo de la pandemia. El gigante asiático colaboró con más de 50 países africanos, habiendo enviado 30 millones de kits de teste, 10 mil respiradores y 80 millones de máscaras por mes. En la “Cúpula Extraordinaria China-África de solidaridad contra el COVID-19”, promovida por la Unión Africana y realizada en junio, China anunció el perdón del servicio de la deuda de varios países africanos y asumió el compromiso de proporcionar 2 mil millones de dólares, durante dos años, para la lucha global contra la enfermedad. La situación en el continente es preocupante por el histórico de sobrecarga con otras dolencias, como el Ebola, la Sida, la Cólera, la Malaria y la Fiebre Amarilla. Los países más afectados por la Covid-19 han sido África del Sur, Argelia, Egipto y Nigeria. Paralelamente continúa la guerra civil en Libia, la colonización del Sahara Occidental y este año nubes gigantes de saltamontes han destruido las plantaciones, elevando el drama de la inseguridad alimentaria.

África y la Ruta de la Seda Marítima / Fuente: Instituto Mercator para Estudios de China

Rusia y Corea del Norte

Otros dos hechos son importantes de registrar. En Rusia, Putin movilizó extenso plebiscito donde fue victorioso, destacándose enmienda constitucional que permite su reelección y permanencia en el cargo presidencial hasta 2036. Otro es el fracaso del juego atrabiliario de Donald Trump con relación a Corea del Norte, perjudicando la busca de unidad del pueblo coreano.

El Referendo Constitucional realizado en la Federación Rusa consagró indiscutible victoria del liderazgo de Vladimir Putin. Finalizado en el primer día de julio pasado, el “Si” venció con 78,56% de los votos, el “No” obtuvo 21,44% y 0,82% votaron en blanco o nulo. La asistencia fue de 67,97%. La principal consecuencia política es que Vladimir Putin podrá competir en dos nuevos mandatos de seis años más. El poder de la cámara baja del Parlamento fue ampliado. Quedó instituido el salario mínimo nacional y El aumento anual de las pensiones. Ninguna ley internacional podrá sobreponerse a las leyes nacionales y la Federación Rusa será “la continuadora y heredera de la URSS”, así como de la “milenaria cultura rusa”. Por otro lado, la constitución expresa que el casamiento sólo puede ser celebrado entre un hombre y una mujer, conteniendo una prohibición al casamiento gay, además de instituir la “fe en Dios” como una tradición rusa.

Con relación a las dos Coreas, en 2018 se registraron avances en el diálogo en busca de una solución pacífica para la cuestión de la península coreana. La comunicación entre las dos Coreas alcanzó niveles inéditos, pero Pyongyang continuó en la lista de objetivos de un eventual ataque nuclear “preventivo” de los EUA, continuaron los ejercicios militares entre Corea del Sur, continúan las sanciones contra la RPDC, así como la propaganda y el estímulo a la subversión interna en la Corea Popular. El fin de la hostilidad de los Estados Unidos es condición de paz y estabilidad en la península coreana. El mensaje del liderazgo coreano deja claro que la Corea Popular no se dejará conducir por un falso acuerdo de paz, en que su soberanía y su pueblo sigan siendo agredidos e irrespetados. 70 años después, es evidente que no paro todavía la política hostil de los EUA contra la RPDC.

En lo que respecta a la lucha de los pueblos, las tácticas ofensivas usadas por los EUA, sea en el plano militar, diplomático y en el financiero, algunas veces son hasta más desbastadoras que las propias guerras en el sentido militar. El movimiento internacional de la paz y las fuerzas democráticas han vencido las dificultades para la movilización, impuestas por la pandemia, a través de los medios virtuales. Incontables seminarios, debates y eventos virtuales han articulado fuerzas diversas en solidaridad con las luchas de los pueblos, palestino, saharaui, cubano, venezolano, coreano, entre tantos otros, buscando mantener la oposición a las guerras, al colonialismo y a las ofensivas económicas y diplomáticas. En diversos países también se realizan actos de calle, con los cuidados necesarios frente a la pandemia. Algunas actividades internacionales han sido modesta y paulatinamente retomadas, como la Conferencia Anti-Imperialista a realizarse en Chipre, en septiembre, por el Consejo Mundial de la Paz.

Los fórums progresistas y el movimiento comunista

En medio a la pandemia y al movimiento de resistencia a la restauración conservadora en América Latina y Caribe, el Foro de São Paulo completa 30 años de existencia. A lo largo de esas décadas, la organización que congrega partidos progresistas de todas las Américas, ha sido la más amplia y duradera reunión de fuerzas políticas en todo el mundo, desde el fin de la Internacional Comunista. En la primera década coordinó las luchas contra el neoliberalismo, en la segunda década, inicio de los años 2000, coordinó el avance de sus partidos miembros en la ocupación de espacios de poder en los Estados. En la tercera década vino la resistencia a la ola de restauración conservadora neoliberal y a los golpes de Estado de varios tipos. A lo largo de los últimos meses de pandemia, se enfocó en mantener activos sus núcleos regionales y su Grupo de Trabajo, en una permanente labor de análisis y formulación política de alto nivel para dar las respuestas que la coyuntura dramática de ascensión del neofascismo y del neoliberalismo exige.

Al lado del FSP, otras iniciativas se destacan como el Grupo de Puebla y la Internacional Progresista. Entre las personalidades de la Internacional Progresista, se destacan la canadiense Naomi Klein, los norte-americanos Noam Chomsky y Bernie Sanders, el griego Yanis Varoufakis y el brasileño Fernando Haddad. Se consideran como un frente amplio para detener el autoritarismo. En América Latina, despunta el Grupo de Puebla, impulsado por fuerzas social-demócratas chilenas y brasileñas. Está entre sus propósitos la articulación de líderes progresistas comprometidos con la integración y el desarrollo latino-americano. La fuerza de la novedad hace con que sus pronunciamientos tengan mucha fuerza de atracción mediática en el período reciente.

El PCdoB participa activamente del Grupo de Trabajo del Foro de São Paulo e ingresó en el Grupo de Puebla. Por su vez, el movimiento comunista sigue organizándose en el EIPCO (Encuentro Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros) que este año tenía reunión prevista para mayo en Corea del Norte, pero que precisó ser cancelada por fuerza de los condicionantes pandémicos. A su lado, gana protagonismo el Partido Comunista Chino que, en vísperas de completar 100 años de existencia en 2021, ha realizado reuniones regionales con partidos comunistas en varios continentes y reflexionado sobre la posibilidad de un gran encuentro de los comunistas en el próximo período.

 

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