Luta Internacional

Brasil – crises e impasse

El Brasil está atrapado en eventos gravísimos. La tendencia fundamental es el curso de la estrategia del presidente Bolsonaro en promover rupturas institucionales y cambiar el régimen político, económico y social inscripto en la Constitución.

Walter Sorrentino*

La base central para esto es atacar el Estado democrático de derecho, promover la polarización política y el caos social, alinear carnalmente a Brasil con la estrategia de Estados Unidos en aislarnos de los foros multilaterales, incluso de América Latina y China. Hoy, acosado, se mueve por una dictadura de nuevo tipo, un autoritarismo neofascista, mismo que a la sombra de la Constitución actual, para concentrar el poder, impedir la supresión de su mandato y reelegirse em 2022.

La situación es muy dinámica e inestable, los hechos y las contradicciones se acumulan. Primero, hay un contexto de un mundo en mutación rápida y profunda. Un de los más decisivos cambios es la transición de la hegemonía en curso en el ámbito internacional. El mundo ya no vive bajo el signo de la unipolaridad y la crisis actual de la pandemia y de la economía capitalista, ha puesto otro clavo en ese ataúd. La capacidad de Estados Unidos para liderar el mundo disminuye, su hegemonía ya no es incontestada, a pesar de todo su poder; China está creciendo económica y tecnológicamente, elevando su papel en el concierto internacional y su influencia moral mundial por un destino compartido de la humanidad. El multilateralismo alcanza bases más fuertes. Esta es la tendencia a señalar: presidido por Bolsonaro, el Brasil ha sido capturado por completo en esta dinámica malsana del imperialismo estadounidense.

Una segunda tendencia de la situación en Brasil es la confluencia y el agravamiento de tres grandes crisis. En la pandemia, el país lidera, solo detrás de los Estados Unidos, el desarrollo de la COVID-19 con más de 800 mil infectados y ultrapasa las 40 mil pérdidas de vidas humanas. Es más que todo el resto de América Latina y Caribe, a pesar de que tenernos poco más de un tercio de la población total. Todavía no hemos alcanzado la cima, estimado para julio-agosto. Los indicadores de salud apuntan que se superará los 100 mil muertos.

Entre los diversos factores que propagan esta infección insidiosa, uno es que en Brasil fue promovido el sabotaje abierto del gobierno federal contra el aislamiento social, por la prescripción generalizada de la cloroquina, pregonando la falsa contradicción entre salvar la economía y no la vida. Bolsonaro ya ha destituido a dos ministros de salud y, hoy, ha militarizado el Ministerio, todavía sin nuevo titular. Implantó nueva metodología para (des)informar los números de casos y muertes pela COVID-19, para disminuir el impacto de la enfermedad y favorecer el fin do confinamiento social. Al igual que Trump, Bolsonaro conspira para sacar al país de la OMS.

La otra crisis es la de la economía y sus profundas consecuencias sociales. La pandemia promovió un choque abrupto de oferta y demanda, sobreponiéndose a una situación de depresión económica preexistente, con tres años de recesión y tres años de estancamiento. Hay 8,6 millones de nuevos desempleados que se suman a más del 40% de la fuerza laboral en situaciones de desempleo o precariedad. El PIB cayó 1,5% en el trimestre, con un estimado de 5,7% a 9% en el año.

Además, se agrega otra situación crítica, a nivel político e institucional. Es provocada por movimientos permanentes de conflagración política por parte de Bolsonaro contra las otras ramas de los poderes de la República y de la Federación, contra la izquierda y contra el interés nacional, en la dirección de predicar abiertamente rupturas institucionales. Sus acólitos argumentan que la Constitución supuestamente abarca el papel de las Fuerzas Armadas Poder Moderador, lo cual es obvio y explícito absurdo jurídico.

En este ámbito político e institucional se puede hablar de una tercera tendencia que se fortalece en el país. Bolsonaro sufre creciente aislamiento político, se va poniendo en la esquina del anillo, al tiempo en que aumenta su reacción agresiva propia de los que están acorralados, con su técnica política de nunca retirarse, siempre huir hacia adelante, duplicando las apuestas de las amenazas.

La alienación general de su gobierno con relación a la pandemia, la ruinosa gestión del Estado, la completa falta de decoro en el cargo, sin tener una base política sólida en el Congreso (hoy está sin partido), lo acorralan. La participación de sus hijos en las oficinas de odio que promovieron las máquinas de propagación de falsas noticias (incluso en la campaña electoral) con financiamiento ilícito, los atentados al judiciario y la propia dimisión del Ministro Moro, lo convierten en blanco de creciente rechazo y contención por el sistema político y de diversas investigaciones jurídicas. Se está poniendo en el horizonte el impeachment del presidente o, incluso, de la destitución de la lista, incluido el vicepresidente.

Sin embargo, Bolsonaro, su clan y miembros del gobierno no pueden ser subestimados en la real intención de provocar una ruptura institucional. El estado policial ya es una casi evidencia. El huevo de la serpiente fascista ya está presente en las actividades de las milicias, en la predicación de armar a la población y liberar armas y municiones privadas de las Fuerzas Armadas; también en la movilización de los rangos bajos y medianos de la Policía Militar, así como de un sistema paralelo de información proporcionada por miembros de la Policía Federal. No se puede considerar que esto sea mera bravuconería.

Sobre esta base se establece la cuarta tendencia en la situación actual. Es un cambio importante en la coyuntura: se estableció definitivamente la amplia unión de fuerzas democráticas, progresistas y populares para dar un “Basta!” al gobierno de Bolsonaro.

El movimiento involucra a la mayoría de la sociedad civil, así como de las organizaciones populares y partidos políticos. Manifiestos y manifestaciones, articulaciones de todo tipo, integradas por fuerzas cada una con su visión del futuro del país, se unen en el mismo diapasón, un frente efectivo que no es firmado en notario, para la democracia y el estado de derecho democrático, por la vida y por los derechos sociales.

Esto también incluye una división evidente del sistema político y de los intereses de las clases dominantes, que quieren librarse del presidente y ponen sus fuerzas en campo. Es un movimiento orgánico de tales sectores, desde la derecha democrática a la centroderecha. Está mejor equipado con sus poderes institucional, como los grandes medios de comunicación (casi unánimes contra Bolsonaro), en instituciones sagradas como el Supremo Tribunal Federal y, incluso, en parcelas de los grupos de poder económico, cuyo pensamiento está explícitamente dividido en cuanto a la prescripción de políticas de austeridad y Estado fiscal para crecer atrayendo capital extranjero – esa es todavía la orientación lunática del Ministro de Economía.

Las cuatro tendencias apuntadas llevan en este momento a un impasse. Bolsonaro no consigue imponer las rupturas institucionales deseadas, rechazadas por la mayoría de la sociedad, por la suprema Corte y una buena parte del Congreso Nacional. Para eso sería necesario arrastrar a las Fuerzas Armadas como instituciones, lo cual no es una salida, porque las desmoralizan por una situación sin gloria frente a toda la sociedad. Pero, ellas son celosas, ya que les es vital, de su jerarquía y disciplina (contra la partidarización de sus efectivos) y, sobre todo, por garantizar el monopolio de las armas, contra el armamentismo de la población para formar milicias.

El otro polo del impasse es que el movimiento democrático todavía necesita acumular mayores fuerzas políticas, económicas y sociales para un proceso de impeachment o la destitución de los dos mandatarios electos en 2018. Visiblemente, no reunieron las fuerzas necesarias para aislar y derrotar definitivamente a Bolsonaro – hoy no logramos llegar a 172 signatarios en la Cámara de Diputados para solicitar una Comisión Parlamentaria de Inquérito; tenemos algo así como 130 cuando necesitamos más de 300 para el impeachment.

Hay que considerar que todavía estamos estudiando las formas apropiadas para afirmar el peso de las calles y dar a la lucha política una dimensión masiva, nuestro patrimonio genético. Los movimientos antirracistas y antifascistas están creciendo, las mujeres y los jóvenes son súper activos, lo mismo frentes sociales y centrales sindicales. La cuestión es la de preservar el discurso del aislamiento social para salvar vidas y la propia reanudación de la economía ante una pandemia que aún se está intensificando y lejos de la cima.

Frente a estos elementos, un debate involucra a nuestras fuerzas de izquierda y centro izquierda, los progresistas en general, de las organizaciones populares en particular, la pregunta sobre cuál es el centro de la acción política en este momento. Todavía se está construyendo una respuesta unificada y coherente. Nosotros pensamos decisivo batirse centralmente por la vida y por la democracia, por la amplia unión de fuerzas para salvar la nación del abismo. Es necesario unir en la acción política a todos los que se dispongan en este momento a luchar contra el enemigo principal, el bolsonarismo, defendiendo la democracia, sea cual sea su posición pasada, su ideología y su proyecto político futuro. Eso refleja que no subestimamos la estrategia del enemigo de ninguna manera y que no consideramos existir el bolsonarismo sin Bolsonaro.

Las fuerzas democráticas no pueden dividirse por intereses de la futura elección presidencial en 2022. Evidentemente, los que integran la ampla unión de tales fuerzas, tienen perspectivas diferentes para la post-pandemia y por el proyecto de nación. Así que, al mismo tiempo, es evidente, se necesita que las fuerzas más avanzadas construyan la unidad popular con un nuevo proyecto para para sacar el país de la actual situación y por el desarrollo en función de los intereses nacionales, democráticos y populares. Las dos tareas – un frente amplio democrático y unidad popular – actúan en dos pistas complementarias y conyugadas, pero distintas, con tiempo político y ritmos diferentes.

Pero la cuestión inmediata y primera para nuestras fuerzas avanzadas es el amplio frente para reemplazar el pacto democrático roto por el golpe de 2016, como condición para la disputa legítima de proyectos para el país y, al igual, unirnos para tener voz en el seno de fuerzas más amplias por salidas para la crisis del país. La izquierda necesita ponerse en marcha para liderar el propio frente democrático, no alejarse de eso, y comprender que no es razonable, en tales situaciones, ampliar el rango de enemigos simultáneos, desconcentrarse del enemigo principal. En suma, el frente amplio democrático es la más grande de nuestras tareas en este momento.

En conclusión momentánea, la agonía del país puede prolongarse en el tiempo, persistiendo la guerra de movimientos para asedio, aislamiento creciente y asfixia del gobierno, hasta la guerra de posición para derrotar definitivamente la estrategia de Bolsonaro y poner fin a su poder presidencial.

La clave decisiva es que las salidas serán políticas. Todavía no se han cristalizado, sea cuanto a las formas de sacar a Bolsonaro del poder, sea cuanto al day after.  Como ocurre con la política como ciencia y arte, estas construcciones involucran pactos para producir las posibles convergencias en un marco determinado de correlación de las fuerzas en presencia.

Llegará el momento en que el impeachment puede convertirse en el centro de la acción política inmediata.

Walter Sorrentino es Vice Presidente nacional de Partido Comunista do Brasil y Secretario de Relaciones Internacionales

 

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